lunes, 14 de enero de 2008

Cómo serle feliz a otro

RIMA XLVIII
 
    Alguna vez la encuentro por el mundo
        y pasa junto a mí:
    y pasa sonriéndose y yo digo
        ¿Cómo puede reír?
 
    Luego asoma a mi labio otra sonrisa
        máscara del dolor,
    y entonces pienso: “¡Acaso ella se ríe,
        como me río yo!”

Hoy me levanté abombada por el calor y vinieron a mi mente vaya a saber por qué gracia o desgracia de la memoria estos iluminados versos. ¡Oh, Gustavo Adolfo! En la escuela primaria nos enseñaron que esto era el amor y después de un día para el otro ¡tuto! ¡caca! ¡No leas esa bazofia! De pronto éramos demasiado grandes para Corín Tellado y Poldy Bird, de pronto nos dejaron desamparados ante este mundo adverso carente de romanticismo barato. Pero hete aquí que el excelso poeta Gustavo Adolfo ha regalado al mundo esta rima tan empíricamente comprobable, que una vez leída se me ha vuelto inolvidable y ha retornado como lo reprimido en momentos afines. ¿Quién no se ha cruzado con un/a ex y ha intercambiado esta conversación?:

— ¡Hola! Tanto tiempo ¿Cómo estás?

— ¡Feliz!

Donde feliz = feliz sin vos / con una pareja más linda y más inteligente, buena persona, caritativa dulce y comprensiva/ habiendo hallado el sentido de la vida y un rotundo bienestar permanente y encarnizado. De hecho, es indudable que se trata de una respuesta ensayada en el espejo, en la que una y otra vez se van intercambiando las variables de lo que le producirá mayor dolor al otro, cuando sea que te lo encuentres en el futuro, milagro de la revancha intensa y secretamente añorada.

O bien:

— Te mantenés bien

— ¿Vos sin embargo engordaste unos kilitos?

¿Alguna vez dialogaste tu rima de Bécquer? ¿Cuántas veces te viste sonriendo o diciendo que eras “feliz”?