
- hay un pibe con cara de teletubbie que pasa caminando por calle Pellegrini todos los días. Indudablemente, que piensa en la madre y en la tortilla de papas que lo está esperando, luego de la clase de dibujo técnico. Dejará la carpeta en el armario, porque es muy ordenado, el atrovent en la mesita de luz—tiene asma— y le ayudará a su abuela a sacar la carpetita tejida al crochet de la mesa de madera rectangular, para poner la mesa. De postre: queso y dulce.
- El viejo que vende revistas en la otra cuadra, tiene el local abierto porque lo heredó del padre. En la vidriera están las portadas memorables, como las del casamiento de Susana y Ricardo, y las bebotas del verano del 87, porque sí que sabe lo que es una primicia, aunque esconde otra gran colección en la parte trasera. Sólo atiende por hobbie ya que su auténtico negocio son las muñecas inflables y la venta de cartuchos alternativos para impresora.
- El asesino serial cursa la carrera de letras para robar ideas de los libros. Jack el destripador le parece un tanto trillado, el perfume de Patrick Suskind, demasiado fin-de-siecle, así que prueba variantes sacadas de una interpretación singular de los Nibelungos y Radiografía de
Vamos, ¿Me vas a decir que nunca lo hiciste?